jueves, agosto 11, 2005

PEQUEÑA EXPOSICIÓN DE LA LETONA GENIAL: LIVA RUTMANE

Liva Rutmane
Pese a que me topé con su obra casi por casualidad, me impactó desde el primer instante... y es que desde mi punto de vista, la letona Liva Rutmane es una de las más geniales artistas visuales de los últimos tiempos, ya que incorpora la fotografía, la manipulación digital, el diseño y la pintura gráfica siempre con gusto y originalidad en las texturas, colores y perspectivas.
Liva vive actualmente en Riga, capital de Letonia y pueden visitar su página donde encontrarán gran parte de su obra: http://mandragora.ex.lv/. También ir a http://hiero.ru/Temabina (pero no cuenta con traducción ni a español ni a inglés)
En la siguiente mini exposición realicé una pequeña selección de su arte, para que comiencen a disfrutar.
burtonbk

"Personality of The flower" (La personalidad de la Flor)

"Lover" (Amante)

"Anonymous" (Anónimo)

"Headache" (Dolor de cabeza)

"Negative Black" (Negro negativo)

EXPOSICIÓN: EL PLACER VISUAL DE MANUEL LÓPEZ ACOSTA


Manuel López Acosta es el autor de la pintura "Mineros" que grafica mi cuento "El buzo de papá" y me ha parecido interesante mostrar algo más de su obra.

Manuel nace en Málaga, España el año 1944 y actualmente reside en Barcelona, la mayoría de su obra habla respecto de la opresión humana. En esta muestra he hecho una selección de varias de sus obras a criterio absolutamente personal que parten con "Nadia" y "El Abismo" de su primera etapa; luego continúo con una serie de obras del 2002, donde se encuentran "Mineros", "Boxeo", "Secuestro/No name" y "Atado"; la muestra sigue con "Mujer y Vodka" del 2003; y finaliza con la serie "La piedra" del 2004, donde López Acosta, señala que quizo simbolizar "la opresión que padece el ser humano por un mundo dominado por el materialismo". Quienes compartan mi gusto por este pintor pueden visitar su página http://mlacosta.net/ donde encontrarán más de sus obras.
¡QUÉ LO DISFRUTEN!
burtonbk

"El Abismo"

"Nadia"

"Boxeo"

"Mineros"


"Secuestro/No name"


"Atado"

"Mujer y vodka"


Serie "La Piedra"

Perteneciente a la serie "La Piedra"

miércoles, agosto 10, 2005

YO ROBO, TÚ ROBAS, ELLOS ROBAN, NOSOTROS ROBAMOS...



Es extraño escuchar mencionar a un vocero de derecha como Alberto Espina la frase "NI PERDÓN NI OLVIDO", frente a la detención de Lucía Pinochet como cómplice de Pinochet en la evasión al Fisco. Una frase latamente utilizada por dirigentes de DDHH vinculados a la izquierda y la concertación, pero la verdad en POLÍTICA hoy no me llama la atención nada ni nadie. Para muestra un botón: frente a los dimes y diretes del caso Codelco oigo una y otra vez acusar de robo a la concertación por parte de la derecha a través de Evelyn Matthei y sus camarillas y la concertación replica que la derecha también robó por medio de las privatizaciones a las empresas públicas, las cuentas del Riggs y lo que ya todos sabemos. No obstante, si bien aún no se ratifica nada legalmente contra Lagos y sus chicos, no deja de llamarme la atención la segunda lectura que puede extraerse de los argumentos usados de uno y otro lado, "si tú lo hiciste no tienes moral para decir que yo lo hice". ¡Qué bajo! La ética que todo político debería estudiar o al menos repasar, indica que las cosas se hacen de acuerdo a una coherencia personal y no obligado por lo que las leyes indican, vale decir, porque me puedan descubrir y penalizar, ya que aquello demostraría un desarrollo moral menor incluso al de un adolescente. La convicción de desarrollar una labor pública como la política debería implicar que no robo porque sé que es malo y no porque me vayan a sorprender y aunque todos mis congéneres roben, yo no lo haré porque tengo la convicción moral que no debe hacerse, porque tengo una actitud consistente con mis valores, pues si no la anarquía sería total y entraríamos a la dinámica de "yo robo porque tú robas, tú robas porque yo ya robé y ellos roban porque nosotros también robamos..."
Espina tenía razón: ¡NI PERDÓN NI OLVIDO, PERO PARA TODOS SEÑORES POLÍTICOS!

burtonbk

El buzo de papá





Comienzo a abrir la maleta de viaje y, como siempre, me obligo a ordenar todo, aunque estoy cansada y moriría por tomar una ducha y dormir. Al finalizar la tarea me encuentro con un sobre que no reconozco en principio, lo abro y descubro un calendario institucional del cobre, no recuerdo quien me lo regaló ni como llegó a mi maleta, pero tengo curiosidad y comienzo a hojearlo. Es de buena factura y estos colores siempre se ven bien en buen papel pienso y me río. Las fotos son bonitas, voy en mayo y me gusta lo que veo, pero suena el teléfono e interrumpo. Es Andrés que me llama para preguntar cómo llegué, agradezco su llamada, pero tengo sueño, el vuelo estuvo horrible y la verdad quiero estar algo sola. Le corto, me tiro en la cama y por casualidad me he tendido sobre junio, me da lata era bonito el calendario pienso y trato de remediar el arrugón estirando con mis manos las hojas.
Mientras las estiro me fijo con más detalle en la foto aparece una hilera de buzos de trabajo colgados en una casa de cambio. Me acuerdo de mi viejo, es extraño ha pasado tanto tiempo desde su muerte y casi nunca me acuerdo de él, pero ahora recuerdo su llegada a la casa silbando vestido con un buzo azul muy parecido a los de la fotografía, que hacía relucir los rastros de su faena en la mina, sus manos negras con los surcos oscuros del metal y la cara sudada coronada por un casco amarillo que siempre quise ponerme y que el papá sólo me autorizaba cuando la libreta de notas venía llena de azules.
Mi papá salía temprano en la mañana vestido con su buzo de trabajo y su silbido característico, yo lo miraba desde la ventana de mi dormitorio mientras esperaba el bus que lo llevaba a la mina, cuando se subía lo acompañaba con mi mirada por todo el trayecto polvoriento que recorría el vehículo hasta que se perdía de mi vista.
Era tan común ver a mi papá sonriente que nunca me preocupé por saber cómo era su trabajo, qué hacía ni que esfuerzo le involucraba. Yo sabía lo más simple, que mi papá era minero del cobre, que era el único minero en la familia porque mis abuelos eran del campo y que los viejos, como llamaba mi papá a sus compañeros, le decían el huaso Hurtado.
Quizás nunca me interesé por saber qué hacía mi papá, porque mi viejo amaba profundamente su pega, se sentía importante y siempre en la mesa decía que el cobre era el sustento de Chile. Muchas veces peleamos por eso, cuando yo ya era grande y me dada un poco de vergüenza mi papá, su pega, su cobre y su buzo azul. Entonces la silbatina mañanera del viejo me irritaba y pensaba que era un pobre minerito ignorante y que su esfuerzo no valía nada.
Es triste decirlo, pero cuando ya no era la niñita de papá, comencé a hacerle el quite a los viajes de vacaciones al campamento y mentía por teléfono diciendo que tenía que quedarme en la universidad por las pruebas o cualquier excusa parecida.
En ese entonces me parecía absurda la vida de mi papá, sus charlas, la casa, el bus y la famosa mina. Y es que mientras yo rayaba con Proust, mi papá lo hacía con el semanario de la empresa. Cuando me titulé y tuve mejor situación, hice lo imposible porque mi papá renunciara y traerme a mis viejos a la ciudad, donde yo suponía iban a tener por fin una vida digna. Mi papá se resistió, se indignó y desde allí se cortaron para siempre las relaciones entre nosotros.
Aun me parece escucharlo argumentar que soy una malagradecida, que por el cobre y el minerito tengo un título y una pega, que trabajar en la mina es un orgullo y no un sacrificio y un amargo cierre, donde me grita que si no puedo entenderlo, mejor me vaya a la cresta.
Como buena niña obedecí a mi papá y durante un buen tiempo no tuve contacto con él. Volví a hablarle para saludarlo por la entrega de un reloj de oro por sus 30 años de trabajo, ceremonia a la que no quise asistir para no agrandar la ruptura. Seguramente fue el mejor día de la vida para mi papá, el reconocimiento vivo de su entrega al cobre. Supe incluso por mi mamá que su jefe lo anduvo buscando porque el viejo tenía miedo y andaba escondiéndose pensando que lo querían jubilar y no premiar.
Sin embargo, sus miedos no estaban tan lejanos y el día de jubilar llegó, la silicosis estaba alta y era momento de descansar. Me alegró tanto cuando mi mamá me lo contó, por fin el viejo descansaba, pero para mi papá era lo más terrible que podía pasar, dejar su mina y su cobre.
Desde que jubiló se levantaba y acostaba con su macizo reloj de oro en la muñeca y se sentaba a mirar el mar sin silbidos, buzo, ni casco. Casi no hablaba, poco a poco dejó de comer y finalmente se nos fue.
En primera instancia, culpé a la silicosis de su partida y sentí que mi antiguo discurso sobre su trabajo era más correcto que nunca, pero luego entendí que a mi papá se lo llevó la depresión, la ausencia del buzo azul, su casco amarillo y la falta de los surcos de mineral que le recorrían el cuerpo. Que el huaso Hurtado no sabía vivir sin un pedazo de cobre en la mano, que sus silbidos nacieron y se quedaron en el desierto, como la pena que me acongoja al recorrer estas fotografías y reconocer el buzo de mi papá.
Bianka Aguilera Alcayaga
*Imagen: "Mineros"Pintura de Manuel López Acosta