CONVIVENCIA

Vivo en una tranquila calle de Providencia, en un edificio antiguo sin ningún tipo de aditamento, más que la seguridad de varios conserjes, paredes sólidas y amplitud; y siempre me ufané entre mis cercanos de lo piola que era mi edificio, particularmente por mis vecinos, donde habitualmente nadie se metía con nadie. Sin embargo, desde hace un rato han llegado nuevos habitantes al edificio que simplemente me sacan de quicio.

El primer hito que rompió la calma fue la llegada de un "afamado y mediático" cientista político que decidió remodelar su departamento, instalando un jacussi, para lo cual hechó abajo varias paredes. Válido, sin lugar a dudas, pero en horas apropiadas y no durante la noche y mucho menos hasta las 4 de la mañana en día de semana. Mas al nuevo vecino, le importó un rábano el sueño de su nueva comunidad y privilegió sus ansias de nuevo rico, traspasando todos los límites.

Luego comenzaron a instalarse en el edificio, nuevas personas del mismo tipo del comentarista político y los ruidos molestos a fin de "enchular" sus flamantes adquisiciones continuaron. Con tan mala suerte que me tocó que mis vecinos de al frente, tuvieran las mismas costumbres. Como casi no paso en casa, el asunto no pasaba de ser molesto, pero este fin de semana todo cambió y los nuevos vecinitos nos despertaron el viernes a las 3 y media de la mañana con portazos y gritos alcoholizados por el pasillo.

Lo que hagan al interior de sus hogares con su hígado y amigos, es problema de ellos, y no voy a negar que a su edad también solía realizar regadas fiestas, pero siempre respeté el sueño del resto y lo hice dentro de mi casa, que como les contaba cuenta con paredes lo suficientemente sólidas como para aislar el escándalo. Es cierto era viernes, día de carrete por excelencia, no obstante, trasladar la fiesta al pasillo es impresentable, rasca y denota simplemente falta de educación.

Para mi gusto el tema no tiene que ver con la edad, sino con descriterio y evidentemente tuvimos que llamar a conserjería y luego a los pacos, convirtiéndonos en "los viejos mala onda de enfrente".

Primero me sentía algo incómoda con la chapa, pero luego reculé y si debo defender mi derecho a la calma convirtiéndome en una vieja sapa y odiosa lo haré sin culpa.

Es más, no dejaré que los nuevos vecinos y sus "simpáticas" costumbres me caguen mi tranquilidad, por más tolerante que intente ser día a día. La libertad de mis vecinos termina donde empieza la mía y la de mi familia; y frente a eso no claudicaré, aunque sea tachada de intolerante, vieja y pesada.

Alguien por ahí dirá, cámbiate, ¡nica! me gusta este edificio y si los nuevos no se adaptan que se vayan ellos, pues estoy dispuesta a hacer todo lo necesario para reventarles las pelotas a quejas y llamados a los pacos, hasta que su presupuesto y paciencia cese y se vayan. Me sobra convicción y paciencia y cuando eso ocurra desde mi terraza miraré sonriendo como en un camión de mudanza veo pasar el cadaver de mis enemigos.

burtonbk

PD: La situación me recuerda una de mis películas favoritas de Roman Polanski "El inquilino" [ Locataire, Le (1976)]