MALETAS

Me encanta viajar, pero ¡cómo odio hacer maletas!. Viajo por unos días a La Serena a descansar y asistir al matrimonio de una prima y si bien el viaje significa unas mini vacaciones, no soporto la horrible tarea de empacar.

Selecciono la ropa, la doblo, me doy mil vueltas buscando algo para luego olvidarme qué era. Chequeo otras mil veces que no haya olvidado nada. Estoy cansada. Comienzan las contorsiones para cerrar la maldita maleta... uffff por fin la logré cerrar. ¡Mierda! se me olvidaron las toallas... uffff volver a abrir, me debo sentar arriba de la puta maleta para que cierre, Ahhh la cierro y llega él a decirme si me caben sus perfume, shampoo, máquina de afeitar y miles de menjunges en mi maleta. ¡Cresta! vuelvo a abrir, ya el bendito vestido de fiesta está arrugadísimo, no importa en el hotel deben tener un servicio de tintorería... ¿y si no? ¡mejor llevo plancha! y dónde la meto.

Ya, me relajo, respiro y saco otro bolso, mientras trato de alcanzarlo se me caen un par de cosas en la cabeza ¡odio el maldito walking clósset! abro con rabia el bolso ¡mierda cagué el cierre!

Miro la temperatura en internet y estará frío, obligada a incluir unas chaquetas, esta maleta no me vencerá ¡TIENE QUE ENTRAR TODO! me vuelvo a montar sobre ella y... ¡EUREKA! gané la batalla y cerró.

Me voy por fin de viaje como con dos kilos menos por la hazaña del empaque y probablemente unas lucas menos en el bolsillo por el sobrepeso.

burtonbk